Manuel Cabrera (Tenerife, 1974) tiene un equipo eminentemente femenino. La oficina de Rinovo Consulting, en el número 34 de la calle Roselló es un lugar con mucha luz y poco ruido. Solo se escucha a alguna de las chicas cuando está al teléfono con algún cliente, pero por lo demás están enfrascadas en sus enormes pantallas con interminables hojas de excel que parecen no tener secretos para ellas.
De químico a revenue
En una sala a mano izquierda tiene su despacho Manuel. Aunque dice que el silencio atronador de las mentes analíticas de su equipo hace que le cueste pasar mucho rato en la oficina. “Aquí los chistes los tengo que hacer yo”, explica con su acento canario que todavía se le nota a pesar de llevar 20 años viviendo en Barcelona. Poco le hacía sospechar en su Tenerife natal que llegaría a ser uno de los mejores revenue managers de España. “¿Revenue qué?”, habría preguntado aquel joven rebelde enamorado del deporte al que su padre le impuso seguir sus pasos y estudiar ingeniería química.
“Cuando terminé la carrera mi padre me consiguió un trabajo en una plataforma petrolífera, pero aguanté seis meses”, recuerda Manuel. De vuelta a tierra firme consiguió diversos trabajos en los que se vio en seguida que tenía un talento único para vender: “no sé si era mi forma de hablar a las personas, pero les conseguía cuatro clientes nuevos al mes”. Eran hoteles que contrataban los servicios informáticos de la empresa en la que trabajaba de comercial.
Y así hizo amistad con el entonces director del mítico hotel Semiramis de Tenerife que lo quiso contratar para el departamento de compras. “Pero si yo solo sé vender”, le diría Manuel, pero aquel hombre veía en él mucho potencial. Tanto que, en 2003 se lo llevó con él al Expo grupo ahora Selenta Group de Barcelona que, en aquel momento, preparaba la apertura del hotel Torrecataluña. Ahí es donde, de una posición a otra, Manuel acabó enamorándose y obsesionándose con el revenue management.
El nacimiento de Rinovo Consulting
“Soy una persona maniática, ordenada… Yo me obsesionaba en ver qué ocupación y precio medio tenía cada hotel a futuro. Pero veía que en mi equipo no lo hacían, que la competencia tampoco lo hacía. Me di cuenta de que en España había 17 mil hoteles y una carencia muy grande en este sentido”, explica Manuel. Y esas conclusiones fueron las semillas de lo que hoy está materializado como Rinovo Consulting y que está plasmado hasta en el bolígrafo con el que se toman las notas de esta entrevista.
Manuel es un tipo extremadamente generoso, si es que una cualidad tan positiva pudiera tener cierta connotación de exceso. Pero él no lo piensa y, como la empresa es suya, pues si le apetece hacer regalos, dar bonus o subir el sueldo a las integrantes de su eguipo, pues lo hace porque es lo que le sale del alma y nadie puede rechistar. No busca reconocimiento, ni caer bien, ni llenar vacíos existenciales, es su naturaleza y así es como ha conseguido constituir un equipo de revenue managers junior y senior con gran experiencia que no se plantean marcharse aunque saben que su perfil escasea y que otras empresas se las rifarían.
Transparencia y libertad
Pero allí no tendrían lo que tienen en Rinovo: transparencia absoluta con las cuentas, los sueldos, las promociones, viajes de team building… además de un jefe que les da máxima libertad para implementar sus propias estrategias de revenue, que les enseña todo lo que sabe y las ayuda a crecer sin sentirse amenazado: “Yo quiero que tengan cada vez más protagonismo, que traten directamente con los hoteles. Estoy encantado cuando hay un cliente que me dice que prefiere que vaya una de ellas y no yo”, dice Manuel, una actitud que ojalá fuera la tónica general entre todos los responsables de empresas.
Porque Manuel es una persona que hace lo que sea por los suyos. Para sus clientes se considera más un socio que un proveedor de servicios y por su equipo lo daría todo. “Sé que no habría llegado hasta donde he llegado sin ellas”, reconoce y en sus palabras se percibe una gratitud y una lealtad hacia las integrantes de su equipo que, si se extendieran por la sociedad, habría que eliminar expresiones como ‘discriminación de género’ o ‘techo de cristal’ del vocabulario por desuso. “Cuando empiecen a tener hijos, si tengo dinero, pondré una guardería aquí. Yo lo único que quiero es que estén bien”.
